(...) Regresó como una sombra que volvía de la muerte. Sombra él por fuera y por dentro. Anduvo vagabundeando por las barrancas. Allí se quedó. Los carpincheros le ayudaron después a levantar su choza al otro lado del río y a construir su balsa. Un tropero le regaló el acordeón.
Se sentía a gusto en la barranca frente a las ruinas de la Ogaguasú. Era el sitio del combate y el sitio de su amor. Necesitaba estar allí, al borde del camino de agua que era el camino de ella. Su oído aprendió a distinguir el paso de los carpincheros y a ubicar el cachiveo negro en que la muchacha del río bogaba mirando hacia arriba el rancho del pasero. (...)
"El Trueno entre las Hojas"
Augusto Roa Bastos
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